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    Le(s) Sud(s) : champs de l'imaginaire. Le Sud c'est notre Nord
    Mabel Franzone, Alejandro Ruidrejo (dir.)

    M@gm@ vol.8 n.3 Settembre-Dicembre 2010

    VINCULACIÓN ENTRE SOCIEDAD Y ESPACIO: UNA APROXIMACIÓN AL CASO DE SANTA VICTORIA (DPTO. STA. VICTORIA- SALTA- ARGENTINA)

    Norma Beatriz Vargas

    arqueobea@yahoo.com.ar
    Lic. en Antropología, Univ. Nacional de Salta- Argentina.

    Introducción

    El conocido como Mundo Andino, vasto y diverso, ha representado en el imaginario social un mundo mitificado y simplificado, subsumido a una idea folclórica, o a una ejemplificación del atraso, en contraposición a la modernidad y al desarrollo representado por la sociedad occidental. Estas persistentes concepciones, anulan la diversidad socio-cultural, y petrifican la dinámica de una realidad compleja, cuyo mayor valor se halla en los saberes que guarda. Saberes y conocimientos olvidados o negados como tales, y que hoy en un contexto conflictivo y crítico de globalización, merecen ser re-conocidos y compartidos, pues aportan a la modificación de una visión rígida y uniforme. Es en esas prácticas y saberes locales, donde se hallan formas diferentes de vinculación entre el mundo social y el natural, que la modernidad ha llegado a disociar hasta el punto de convertirlos en mundos extraños y hostiles. Allí radica su mayor aporte, y al constituir realidades que muestran la diversidad que aún persiste a pesar del proceso de homogeneización socio-cultural que la globalidad exige. El llamado mundo andino no es más que la expresión a la vez particular y diversa, de formas de relacionarse con el medio con el que se “con-vive”. Es en este marco, en el que se aborda una realidad particular y local, identificada como parte de un mundo social tan vinculado a su espacio vital, que se identifica con él. La aproximación partió de observaciones etnográficas y entrevistas a pobladores, habitantes de pastizales de altura.

    El espacio y sus características generales

    El departamento Santa Victoria se ubica en el extremo norte de la Provincia de Salta (Argentina), e incluye tres municipios: Santa Victoria Oeste, Nazareno y Los Toldos. La región que enmarca al departamento, comprende dos Provincias Geológicas (Turner, 1964), la Cordillera Oriental, con su principal unidad orográfica, el Cordón de Santa Victoria, cuya pendiente oriental, corresponde al sector más occidental del departamento. Muestra elevaciones que superan los 5000 msnm., lo que define un relieve abrupto, valles profundos, y ríos de llanuras aluvionales (Reboratti, 1973). Por otra parte, las montañas que van descendiendo en altura hacia el este, alcanzan la sucesión de las serranías Subandinas, de altura promedio de entre 2000 y 1000 m, que finaliza en el río Bermejo con 300 m.s.n.m. Esa estructuración diferencial y su geología constitutiva, definen una fisonomía regional altamente irregular.

    En este panorama el sistema hidrográfico halla buen desarrollo, debido principalmente a la baja permeabilidad de los sedimentos litológicos regionales, excepto los cuartáricos, que afloran en las márgenes de valles, terrazas y quebradas. Además, la región presenta varios pisos fitogeográficos, desde el Alto-andino (arriba de los 4000 o 4500 msnm) al de las Yungas (Cabrera, 1976). Este último, incluye los distritos de Selva y Bosques Montanos, y los Pastizales de Altura (op. cit.), que se extiende desde los 2.000 ó 2.500 msnm. hasta cerca de los 4.000 msnm, y es el área donde se enmarca con mayor especificidad el presente trabajo. Allí, el pastizal típico es la asociación de pastos, con temperaturas que promedian los 13° C, y grandes amplitudes diarias. Las precipitaciones muestran fuerte concentración en verano y escasez en la estación seca. Los suelos presentan en general una delgada capa de materia orgánica (op. cit.), y su grado de pendiente se constituye en un factor de variabilidad de su calidad, y de la presencia y ausencia de vegetación.

    De esta manera, una multiplicidad de factores como el geológico, climático, altitudinal, y latitudinal, intervienen en la composición florística, ubicación de fuentes de agua permanentes o temporales, la disposición y disponibilidad de suelos aptos para agricultura y espacios para la actividad pastoril. Actúan por lo tanto a nivel regional y local, produciendo marcadas variaciones en espacios relativamente cortos, y regulando las relaciones que se establecen entre este ambiente y los que habitan en él. Debe agregarse, que las posibles variaciones climáticas inciden en la cantidad de precipitaciones (verticales como horizontales) determinando su escasez o exceso, la creciente y desborde de ríos y la formación de “volcanes”, comunes en esta zona. Otro factor como la erosión hídrica, derivada de su carácter torrencial, y eventuales granizadas, puede afectar la cantidad y calidad de los suelos y disminuir el rendimiento agrícola o la extensión y disposición de pasturas. Esto mostraría en buena medida la dinámica ambiental presente.

    Así como resultado de esa compleja inter-vinculación de factores, el piso de pastizales, aunque presenta una topografía de constantes desniveles y escasos suelos más o menos horizontales, sus quebradas y valles de relleno sedimentario cuartárico, de mayor humedad y uso agrícola, como Lizoite, Acoyte o Santa Victoria, sostienen la mayor densidad poblacional. En este contexto, la población local, implementa diferentes estrategias relacionadas fundamentalmente con el uso del espacio agrícola y de pastoreo. Para tratar de entenderlas, se alude brevemente a varios aspectos.

    La Población Local

    Los pobladores locales hasta el presente no poseen “legalmente” las tierras que ocupan. Aún figuran como propietarios los descendientes de doña Figueroa Campero, producto de la histórica y colonial hacienda de Yavi (Madrazo, 1990) y su persistencia jurisdiccional durante la formación del Estado Nacional. Aunque convertidos con posterioridad en “arrendatarios”, se reconocen como sus más antiguos ocupantes y reales dueños. De aquellos momentos históricos, surgiría la estructuración territorial sustentada en rodeos, que hoy constituiría la base de su organización espacial. Aquí, en el piso de pastizales, pueden distinguirse dos sectores poblacionales. Un sector, de características urbanas, corresponde al pueblo cabecera departamental, con alto peso demográfico, de origen indígena, y con un sector de población no local. Muestra además elementos de una “economía occidentalizada”, con relativo desarrollo de infraestructura, servicios públicos, sector comercial y transporte vehicular privado. El segundo sector, es exclusivamente rural y de población de claro origen indígena y sus descendientes. Si bien su vinculación con los sectores mercantilizados, sería menor y a veces no tan visibles, representaría una realidad innegable. Entre estos, existen mecanismos de ajuste e interrelación, que no serán abordados, restringiéndose el análisis al segundo sector.

    El Uso del Espacio en los Pastizales de Altura

    Estos pobladores de los pastizales, en general combinan diversas actividades para su subsistencia, que incluye desde la producción agrícola, la pastoril, la artesanal de alimentos y bebidas, hasta la recolección de leña, producción de adobes, entre otras. Estas actividades comúnmente se realizan dentro de la unidad familiar y a través de la división de tareas. Sin embargo, en ocasiones, se amplían a la familia extensa, que juega un rol activo dentro de la organización social local. El pastoreo y la agricultura, como estrategias económicas centrales de aprovechamiento del ambiente, es decir, del espacio natural y social, representan una variedad de respuestas por parte de la sociedad que las implementa. Intervienen en éstas, además de las unidades sociales y su espacio, recursos como pastos, agua, tierras aptas, y rebaños, el sistema de ocupación y uso implementado y su tecnología.

    Así, combinan la agricultura con la actividad pastoril, espacial y temporalmente, a lo largo del período anual. La preponderancia de una u otra actividad productiva, surge de la combinación de varios factores, como las características del micro-espacio y su disposición en términos de altitud, las del grupo familiar y las decisiones propias que toma. En general y para la actividad agrícola, las unidades sociales básicas (las familias) poseen por lo menos, un par de parcelas para cultivar, llamadas lonjas, aunque pueden llegar a tener más, según los casos. Estos varían en sus dimensiones, desde unos pocos metros hasta otros más escasos, de 50 a 100 m², lo que obedecería a la alta variación del relieve y disponibilidad de suelos aprovechables, como se aludiera. Los fondos y laderas de valles y quebradas, de humedad constante, son aprovechados durante todo el ciclo anual, sin descanso. Existen otros micro-espacios, en abras o en laderas, que eventualmente pueden serlo.

    Para reducir el empobrecimiento de los suelos, se combinan distintos sistemas, como el uso de canales de riego o cuadros de cultivo, y aquellos que se aprovechan sin riego, se dejan en barbecho por un tiempo variable, y se usaría alternativamente, por ejemplo como espacio de pastoreo, reciclando el abono animal. Se implementaría entonces, una alternancia temporal en su uso. Dentro de la actividad agrícola, se diferencian distintos momentos: la arada, siembra y cosecha. En cuanto a la siembra, se realizaría en por lo menos tres momentos diferentes del año. Es decir, que el ciclo agrícola podría componerse de varios tipos de siembras: “una temprana” (entre agosto– septiembre), una “nueva siembra” (octubre–noviembre) y una “siembra de verano” (en diciembre), junto a las primeras cosechas. Así, la variabilidad se producirá en función del tipo de cultivo y de la ubicación del campo a cultivar, de su localización y altitud.

    Eso permitiría a la unidad familiar no sólo el acceso a distintos recursos, a través de la ocupación de espacios altitudinalmente diferentes, sino a la siembra de un mismo producto en varios espacios, a similar altitud, lo que estarí a dirigido en parte, a dispersar las posibles pérdidas por contingencias “imprevistas” (heladas, granizos, lodazales), puesto que la planificación de la siembra contempla su previsibilidad. Se obtendría además cuando fuera posible, un “excedente” con dos probables destinos, los que no serían excluyentes. Uno, dirigido al intercambio, y el otro, incluiría la costumbre de agregar, dentro del espacio a cultivar, un número de surcos ó “rayas” (en general dos), cuyo destino sería el uso social. Esto constituiría, una forma de asistencia solidaria desde aquellos que “tienen”, hacia algunos de los más vulnerables de la sociedad. Respecto a ésto, se podría agregar que un eventual “estado de mayor o menor pobreza”, se podría medir en términos de la capacidad de cada unidad familiar, determinadas por sus características internas de poder acceder a distintas lonjas cultivables, es decir a la posibilidad de aprovechar, hacer uso y ocupación de distintos espacios. Por lo tanto, la unidad productora concebiría la necesidad de producir más de lo que consume, ya sea para trocar o cumplir con una regla solidaria y de sentido social, sin negar que dada la ocasión, se llegará a obtener algún dinero, que la vincularía de manera restringida al circuito comercial.

    La siembra en fondos de valles y quebradas, a elevaciones entre 2.300 y 2.500 m.s.n.m., incluiría casi todo tipo de cultivo, tradicionales y no tradicionales. Entre ellos: trigo, alfalfa, cayote, zapallo, arveja, ají lulupica, cebada, maíz, habas, hortalizas y frutas como el durazno, manzana criolla, membrillo, e higos. El maíz, se siembra hasta la cota de 2.500 a 2.600 m.s.n.m., y en distintas variedades, llamados por los lugareños: pisancayo, morado, ocho rayas, bayo, capia o capioso, y también el amarillo y el blanco. Se pudo identificar, la siembra del blanco en octubre y noviembre; y del amarillo en noviembre y diciembre. La papa en cambio, puede sembrarse con buen rendimiento hasta la cota de 3.500 m.s.n.m. aproximadamente, en localidades como Lizoite, Campo La Paz, Santa Cruz del Aguilar y Abra de Santa Cruz, en septiembre–octubre “en el cerro” y en noviembre–diciembre “en el valle”. Las variedades que se cultivan son: papa blanca, papa oca, ojosa, churqueña, criolla, lisa o verde y chorcoyeña, así como papa runa. En el caso del trigo, sólo se siembra en la cota más baja (2.200–2.300 m.s.n.m.) en los meses de noviembre–diciembre, y podría variar según el lugar.

    El tiempo de siembra-cosecha es entonces, en buen grado variable, y en general cada ciclo duraría unos tres meses. El producto de estos ciclos, sean granos o tubérculos serán cosechados y almacenados. El procesamiento de la carne en charqui, práctica muy difundida, permite su conservación por tiempos prolongados. Puede decirse que estos mecanismos constituyen prácticas estratégicas para el control de la variación estacional, permitiendo ampliar la disponibilidad temporal de productos. Así, cada unidad productiva podría acumular reservas alimenticias hasta el próximo ciclo productivo y conservar los excedentes el tiempo necesario hasta su uso o circulación.

    Otro mecanismo instrumentado sería el denominado “tornavuelta”. Considerablemente extendido, puede interpretarse como el “retorno de una acción por otra” y llega a materializarse en algún objeto, recurso o fuerza de trabajo. Permite cubrir alguna necesidad o superar limitaciones de las unidades familiares, que afecten el desarrollo de sus actividades productivas. Su accionar se extiende hasta cubrir pequeños requerimientos, como el mantenimiento de una pirca. Implica para las partes participantes, un beneficio que en ocasiones, no suele ser inmediato. Para ilustrar su funcionamiento, se cita el acceso por una unidad familiar, al uso de un animal (buey) para la arada de su campo de cultivo, que se compensa con fuerza de trabajo, arando el campo del dueño del buey.

    Otra forma de “ayuda intra-social”, el llamado “al partir”, posibilita a acceder al medio de producción fundamental, la tierra, por lo menos circunstancialmente y así obtener un producto a cambio de fuerza de trabajo. Por este mecanismo, una unidad familiar obtendrá un porcentaje del producto de una cosecha. En general, “al partir” se puede entender como “mitad y mitad”. Podrían beneficiarse unidades carentes de medios de producción o sin fuerza de trabajo. Es el caso de viudas, ancianos, jóvenes que conformaron una nueva unidad familiar o unidades sin fuerza de trabajo por migración. Este sistema también puede entrar en funcionamiento en diferentes situaciones, como la fabricación de adobes, y pueden intervenir integrantes de dos o más unidades. Se señala como otra estrategia, la establecida a través de las redes sociales. Un ejemplo de ello, es cuando eventualmente un anciano o una mujer y sus hijos, carentes de núcleo familiar, por separación, muerte o migración, hacen uso de su familia extensa o recurren a redes sociales, que les permite lograr el laboreo del suelo, el cuidado de animales, la “marcada” de los mismos o su vacunación, superando tales limitaciones. Todos estos mecanismos descriptos como formas de reciprocidad, operarían generalmente como inter-unidades sociales, tendiendo no sólo a la disminución de tensiones sociales, sino y principalmente a la reproducción social. Así cada unidad productiva puede enfrentar y eventualmente superar ciertas circunstancias que afectarían su supervivencia, y por lo tanto el de la misma totalidad social.

    Con relación a la actividad pastoril, las unidades domésticas poseerían en general, rebaños de uno o varios tipos de animales, en número variable, según sus posibilidades y las que le brindaría el medio. En general, los rebaños pueden ser de vacas, cabras, ovejas o llamas. En esta actividad se aprovecharía su lana, leche, carne, grasa y cuero, según los casos. Aunque en el piso de pastizales el número de animales parece considerable, existe un aparente predominio de la actividad agrícola. En general la menor cantidad observada de animales, podría llegar a explicarse, por lo menos en parte, a que su manejo afectaría la actividad agrícola y por lo tanto podrían ser dirigidos a espacios menos conflictivos. Por otra parte es pertinente admitir aquí que un aspecto ciertamente complicado para conocer, fue el relacionado al número y tipo de rebaño poseído. Una razón, fue debido a que se encontrarían en distintos espacios o localidades, en pastaje. Vinculado a ello, la práctica de dividir el ganado, evitando la saturación e incluso reduciendo las posibilidades de conflictos. De allí que se alude a referencias vinculadas con la forma de manejo de los rebaños, y sólo respecto a ciertas unidades productivas tomadas como ejemplificación.

    Entonces, los diferentes rebaños se distribuirían altitudinalmente en función de su adaptabilidad y sobrepasando el piso de pastizales, como en el caso de las llamas, que en tropillas de variable número, se mueven entre dos pisos, cerca de la cota de 3000 y 4000 m. Se las avistaría hacia el norte y al sur- oeste departamental. En estos parajes, se aprovecharía su fibra, y su carne en forma de charqui. En cuanto a las vicuñas, en estado salvaje y número variable, se observan en conjuntos mayores que los de llama y en toda la franja longitudinal centro-occidental, en tropillas de hasta 50 animales, aunque sin detectar unidades familiares poseedoras de este tipo de rebaño. Por otra parte, pueden hallarse vacas entre los 2.300 a 2.500 msnm. En la cota más baja se ubicarían también cabras y ovejas, aunque en menor número. A los rebaños de cabras, se los observaría hasta el piso de los 3.000 m y las ovejas en cambio, estarían presentes hasta la cota de 4.000 m. En ciertas localidades como Lizoite, Vizcachañi, Campo La Paz, y Santa Cruz del Aguilar, de antigua tradición tejedora, el número de ovejas es mayor, con rebaños que habrían llegado a sobrepasar los 500 animales. Hoy, su número ha decaído.

    Puede decirse que dentro de esta respuesta y en general, parecería ser más estratégico mantener un mayor número de animales como “reserva”, sustentable por el espacio local, y a tener acceso a diferentes recursos y no tanto a la calidad de alguno en particular. De allí que el lugareño no dirige mayores esfuerzos a mejorar la productividad y sus subproductos, en términos, de calidad. Aunque debe admitirse que no sería posible asegurar, que no se deba sólo a la falta de posibilidades de hacerlo. Por otro lado, y si bien la posesión y cría de recursos ganaderos, parece dirigida a obtener productos que cubran las necesidades de subsistencia, constituiría además un bien de intercambio. Por lo tanto, el consumo tendería a ser para cada unidad familiar el indispensable, y cada animal necesariamente sacrificado, sería totalmente aprovechado. Es importante remarcar que la posesión de un buen número de algún tipo de ganado, no asegura un alto rendimiento en términos de calidad y cantidad de carne o lana.

    Vinculado a la movilidad ganadera, para el pastaje, en principio puede decirse que el conocimiento empírico que se posee del animal y del efecto que produce sobre los suelos, los lleva a mantener una estrategia de control sobre su número, contemplando la necesidad de su movilidad. Las unidades que poseen ganado vacuno, lo trasladan durante el tiempo de invernada, a las zonas de monte, al oriente, de buenos pastos y humedad, como Cañaní y algunas zonas lindantes a Lipeo, entre los meses de abril y diciembre, cuando se los regresa, y se refieren a ello, como “echar al monte la hacienda”. Existen algunas referencias históricas, de que este traslado solía realizarse con la familia completa. Con posteridad, participarían de este movimiento hasta dos o tres integrantes de la familia, que viajarían periódicamente, por varios días, para su control, puesto que el descuido implicaría pérdidas. Una alternativa sería la práctica de convenir con un “puestero” el cuidado y control de los animales, o acordar con otra unidad doméstica, que ya posea un puesto en tal zona.

    En cuanto a caprinos y ovinos, éstos exigen traslados a distancias relativamente más cortas, a veces diarias, debido a que poseen mayor adaptabilidad y mejor resistencia a las consecuencias de la estación seca. En el caso de las ovejas, que serían desplazadas hasta cerca de los 4000 msnm, sería más apreciada que el ganado caprino. Se aprovecha su carne, fibra y sería posible rápidamente traducirla a dinero. Es llevada a pastar a los cerros “donde no se siembra”. En estos lugares, a mayor altura, existen puestos más o menos temporales y corrales, donde “paran” los miembros de la familia, cuando el movimiento es mayor. Ésos puestos evitan los traslados diarios, el agotamiento de animales, evitando el riesgo de pérdidas, y la familia ahorrará energía. En general, los animales son “bajados a hacer chaliar” a los campos de cultivo, aprovechando los desechos de la cosecha del maíz y su uso como forraje.

    Ocupaciones vinculadas a las Actividades Económicas

    En este piso intermedio, existirían distintos tipos de construcciones relacionadas con la actividad agrícola y la pastoril. Cada parcela familiar ubicada en los fondos de valles y quebradas incluiría, por lo menos, un espacio de aprovechamiento económico (potrero) y un corral para la guarda de animales, además de la ocupación residencial. Las ocupaciones residenciales de carácter permanente, son comúnmente el lugar o localidad de origen, y constituyen el hogar nuclear, donde la unidad familiar vive la mayor cantidad de tiempo o por lo menos, donde el grupo familiar completo reside alguna parte del año. Estas residencias “primarias”, construidas con los recursos disponibles, serían espacios relacionados al aprovechamiento de recursos, sean éstos captados para el laboreo del suelo (siembra) o como espacios de pastoreo. Existirían además “puestos”, unos pueden llegar a ser fijos y otros netamente temporarios, y de carácter provisorio.

    Un puesto de ese tipo puede llegar a transformarse en residencia cuando las características y permanencia en la unidad así lo permita, tomando aquí el carácter de “secundaria”. Estas serían de características constructivas similares a las primarias, localizadas en valles diferentes, desde donde se ejercería el control de otros recursos. Una diferenciación entre ambas, no resultaría fácil por la mera consideración del tiempo de permanencia de la familia, y a veces ni siquiera las diferencias constructivas podrían considerarse tan marcadas cuando esa segunda residencia reviste importancia. Su posesión y número variará en función de las posibilidades de cada unidad. Existirían además espacios de carácter provisorio, ocupados durante los movimientos por pastaje. Podrían éstos, por ciertas circunstancias, coincidir con aquellas construcciones relacionadas a la actividad agrícola, localizadas en otros valles. Sus características variarán según su localización ambiental, disponibilidad e importancia. Cuando sólo tiene relación con el pastoreo, se trata de estructuras menores, es decir, refugios o paravientos en espacios más alejados, de buenos pastos, de buena visibilidad para el cuidado y control de los animales, y ocasionalmente empleados para descansar. Sus ubicaciones se hallan a cierta altitud entre los 3.500 y 3.800 m.s.n.m., donde las prácticas pastoriles se convierten en casi exclusivas y suele aprovecharse la misma topografía, logrando protección de las inclemencias del tiempo y ahorrando recursos.

    La Estrategia Agrícola, la Estrategia Pastoril y la Movilidad Espacial

    Como se ha podido notar, los espacios agrícolas y de pastoreo se distribuirían diferencialmente, según el recurso sea suelo de cultivo o pastos, relacionados generalmente con fuentes de agua o zonas que mantendrían condiciones de humedad, sean éstas abras, quebradas, valles, pie de cerros o mesetas en laderas de cerros. Para entender más claramente esta forma de uso, se aludirá a la movilidad desarrollada por las unidades familiares, como una respuesta necesaria para el manejo del espacio. Con relación a la actividad agrícola, se habría ya mencionado, el uso y ocupación de espacios a diferentes distancias y a diferente altitud, que constituirían “micro-pisos”, lo que permitiría a cada unidad doméstica acceder a una variedades de recursos e incluso a un mismo recurso, en cantidad que le permitiera cubrir sus necesidades disminuyendo la posibilidad de eventuales pérdidas, y permitiría un uso para trueque o intercambio.

    Aquí cabe citar algunos datos obtenidos, que posibilitan ilustrar aquello: Unidades familiares de la localidad de La Huerta, poseen potreros o campos de cultivos en otros parajes, como Negrohuaico (2 hs a pie), Barranca Colorada (1 hora) y El Puesto (2 hs.). -Habitantes de La Falda, tienen “campitos” en la misma localidad, pero además en El Chorro (2 hs.) y Cañaní (6 hs.). Algunas familias del Valle de Atoya (Rodeo San Felipe) poseen rastrojos en este valle, donde cultivan maíz y trigo, y siembran en El Pabellón (a 40 min. a pie) donde poseen “potreros de papa” “y es más alto”. Así como en La Falda (30 min. a pie), donde también obtienen maíz, pero se agrega cebada y poroto, “y es más bajo”. En estos casos, las distancias varían desde 30 minutos a 6 hs aproximadamente, de traslado a pie. Sin embargo, otras referencias indicarían que las distancias podrían llegar a ser mayores, alcanzando el piso de Bosque y Selva Montana, al este, y superando el día de distancia.

    Respecto al movimiento vinculado al de los rebaños de animales, se habrían obtenido referencias del caso de una familia que habría alcanzado a controlar hasta siete puestos de pastoreo, aunque en general el promedio aproximado registrado, parecería llegar a cuatro. Un ejemplo de este movimiento, es el de una unidad familiar de Atoya que posee ovejas y cabras, las que son llevadas a pastar a El Pabellón y a La Falda, donde ya se controlaba espacios de siembra. Para el caso de sus vacas, se las dirige a otro lugar, “Vaicito” a 6 hs de distancia a pie.

    Es importante destacar que la hacienda (animales) tendría espacios “libres”, con pastaje de uso y aprovechamiento “común”, y por lo tanto “compartidos”. Sin embargo, serían reconocidos como de uso prioritario de determinadas unidades familiares, es decir de aquellas que posean residencia en el valle o espacio en cuestión. Así, cada unidad reconoce espacios aprovechables y su necesaria incursión por otros rodeos, fuera del correspondiente al residencial, estaría eventualmente determinada sobre la base de “acuerdos”. Al respecto, cierta información relativa al aprovechamiento de espacios con recursos críticos, muestra que éstos estarían regulados a través del otorgamiento de turnos temporarios. Sería el caso de las aguadas y espacios de pastos permanentes. Esos turnos, no sólo regularían su acceso, es decir la entrada y salida de un determinado valle o espacio de aprovechamiento, sino también el tiempo de ese aprovechamiento.

    Sería pertinente reafirmar, que el mayor desplazamiento, se da en el caso del ganado vacuno hacia el ambiente de “monte” (bosques y selvas montanas), y sus mayores incursiones llegarían hasta aquellos espacios que bordean con los pastizales. Al parecer, y en general, para los lugareños de los pastizales, el acceso a ese piso, “al monte”, estaría en buen grado restringido, debido a que sus poblaciones ejercerían cierto control. De allí que suele enviarse al monte, previo acuerdo, sólo parte de la tropa, y la restante, a las zonas de “arriba”, dentro del mismo piso de pastizales. Por lo tanto, los movimientos de traslado de los rebaños y sus localizaciones altitudinalmente diferenciales, ocurren en distintos momentos y durante lapsos temporales variables a lo largo del año y según el tipo de ganado de que se trate. Se debe destacar que el éxito de los desplazamientos se basaría en un conocimiento sólido, detallado y acumulativo tanto del espacio ocupado como del usado, y por lo tanto, de su variabilidad, de la disponibilidad y distribución de recursos, así como de los tiempos productivos.

    Otros mecanismos complementarios, aunque de características disímiles, llevados a la práctica y orientados a captar los recursos requeridos, consistirían en el establecimiento de una red de relaciones intra–regional y otra, extra–regional. A nivel intra–regional, esta red se mantendría con gran vigor entre pequeñas localidades, y crearían una verdadera trama espacial. Se hallarían ampliamente generalizadas y participarían, por lo tanto, todas las localidades, en mayor o menor grado, a veces como receptoras, otras con mínimos o máximos desplazamientos, como generadoras de dicho movimiento. Se hará sólo alguna referencia a algunas poblaciones como las de Trigohuaico, Pucallpa, Cañaní y Lizoite; inmersas en estos movimientos y conocidas por sus desplazamientos y dedicación al trueque. En su ruta anual se dirigirían a lugares muy distantes entre sí, dentro del mismo municipio, como Santa Victoria Oeste o Acoyte, o fuera de él, como Baritú, Lipeo, Los Toldos, o El Condado e incluso traspasando la frontera actual, hasta La Mamora (Bolivia), entre otros destinos. Los productos de intercambio o trueque, serían variables, dependiendo de las características ambientales micro-regionales, y mostrarían la continuidad espacial existente.

    Movimientos y relaciones similares, pueden observarse a través de la participación específica en Ferias regionales o Fiestas Patronales, para intercambiar y/o comprar productos. Algunas de las que normalmente se participa, son la Manca Fiesta (en La Quiaca) y la de “Santanita” (en La Quiaca, en Jujuy, y Villazón, en Bolivia), la de Chaguaya y Padcaya (Bolivia), entre otras. Estos mecanismos, no sólo cubrirían necesidades materiales, sino además sociales, simbólicas y de reafirmación étnica. En ciertas oportunidades, la participación se limitaría a requerimientos exclusivamente de este último tipo, siendo ocasiones para establecer diferenciaciones y vínculos, fortalecer relaciones e intercambiar información, satisfaciendo aspectos más complejos, de alta incidencia y significación social.

    Para concluir, se debe decir que si bien las unidades familiares se ubicarían en una franja ecológica intermedia dentro de las yungas, lo que les permitiría teóricamente, la posibilidad de un acceso directo a otros pisos, no se ha podido constatar sin embargo, el uso y aprovechamiento de pisos tan disímiles como puna, selva o bosques montanos, sino por parte de sólo algunas unidades, y no para todos los pisos. De allí que por el momento se tiende a considerar que el acceso a pisos ecológicamente diferenciales, variaría en función de las características, ubicación y necesidades de cada una de las unidades. En cambio, sí se ha podido identificar de manera genérica, siembras tempranas y más tardías, dentro de esta misma franja, que efectuadas a cotas o en micro-espacios diferenciales, les permitía obtener un mismo producto o una variedad de ellos, lo que estaría definido por las características del ámbito de origen de cada unidad.

    Esta práctica de siembra a diferente altitud, que ya registraría antecedentes en otros espacios, según documentación etno-histórica, sería mencionada como cosecha temprana o miska, y en relación a actividades agrícolas en los Valles de Ocloya, por los omaguaca “los que tenían un doble ciclo agrícola de un mismo cultivo o cultivaban otra cosa” (Sánchez y Sica, 1994:150), y desde información etnográfica, para el caso de Toconce (subregión del río Salado, Norte de Chile), donde “Tienen maíz de acuerdo a la altura…” puesto que “… han sembrado en distintos lugares” (Castro, 1994:151). Estos datos mostrarían éstas prácticas como “una característica de la organización andina” (Sánchez y Sica, 1990:484).

    Por otro lado, la restrictiva disponibilidad de espacios dirigidos a la actividad agrícola en términos extensivos, llevaría a la implementación de una serie de mecanismos y estrategias dirigidas al aprovechamiento de todo espacio posible, y en buena medida tendientes a un acercamiento a la autosuficiencia. De allí que la posibilidad de captación en espacios de acceso inmediato o mediato y a distinta altura, podría entenderse como una negación a la necesidad de recurrir a otros, fuera de este ambiente, recurriendo a ello sólo para adquirir ciertos recursos que no fueran posibles de obtenerse. De igual manera cabe considerar, que ese acceso a espacios diferentes, constituiría una condición de sustentabilidad de las unidades, basada en el establecimiento de relaciones (intra o inter-regionales) o condiciones de acuerdo. Una excepción podría ser el ambiente correspondiente al de monte, que hasta aquí se mostraría en algún grado restringido para los habitantes de valles y cerros, por lo menos en cuanto al ganado vacuno se refiere. Aunque se ha mencionado el aprovechamiento agrícola de este ambiente por algunas unidades, por lo que dicha restricción pudo surgir con la introducción de este tipo de animales, de origen europeo.

    Por otra parte, puede decirse que la diversificación en las actividades productivas implementadas, en combinación con ciertos mecanismos de reciprocidad aún vigentes, conformarían efectivos lazos inter-unidades familiares (entendida como familia extensa), y sociales. Se constituirían además en respuestas a las características particulares ambientales y espaciales de la zona, permitiendo, “controlar” o limitar las consecuencias negativas de ciertas condiciones “imprevisibles” y hasta cierto punto, superarlas. Así las familias, al participar de estos mecanismos, tenderían a asegurar la supervivencia social y asegurarían en buena parte su propia supervivencia como unidades individuales.

    En este contexto, la movilidad espacial no sólo estructuraría aquellos otros mecanismos, sino que se constituiría en una estrategia en sí misma, que permitiría a cada unidad acceder a distintos espacios, sean o no ecológicamente diferentes. Bastaría agregar que, en general, se ha tendido a asignar a las economías agro-pastoriles un alto grado de sedentarismo y contrariamente, un bajo grado de movilidad. Sin embargo, esa consideración se ha visto contradecida por datos surgidos de otros trabajos y los hasta aquí consignados, permitiendo plantear que dentro del espacio analizado, las unidades mostrarían gran movilidad. Esa estrategia de desplazamiento no podría definirse como radial ni lineal, sino como multidireccional, permitiendo visualizar mejor los aspectos intervinientes.

    Bibliografía

    CABRERA, A. L., 1976 Regiones Fitogeográficas Argentinas. En Enciclopedia Argentina de Agricultura y Jardinería, Tomo II. Ed. ACME. Buenos Aires.
    CASTRO, V. 1994 Discusión S. Sánchez y G. Sica. En: Taller de Costa a Selva. Producción e Intercambio entre los Pueblos Agroalfareros de los Andes Centro Sur. Albeck, Ed. I.I.T. y UBA.
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    M@gm@ ISSN 1721-9809
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